Resumen del tema "La espiritualidad en el mundo. Trabajo y espiritualidad"

(Pilar Hernán y Mª Angeles Hernáiz).

La palabra espiritualidad hoy en día nos resulta algo devaluada. La asimilamos a lo pío, beato, aburrido, alejado del mundo... Y eso no es cierto. Según la definición de Jose Mª Castillo: "...es un tomar partido frente a la vida; es un proyecto de coherencia en el conjunto de todas las relaciones de la persona ante el mundo, sin olvidar nuestra dimensión trascendente". La espiritualidad (vivir según el Espíritu) es parte de la vida humana, del progreso. Pero tal y como está nuestra sociedad occidental, a los laicos nos resulta especialmente dificil vivirla de manera plena.

Esta dificultad de situarnos en el mundo como creyentes y de poder asumir un protagonismo en la Iglesia viene del siglo XI, de la reforma gregoriana que, según Congar, fue determinante para toda la historia de la eclesiología y del mundo de los laicos. Desde una perspectiva general de toda la espiritualidad cristiana, comenzando por la Biblia y llegando hasta nuestros días hemos apreciado que siempre se ha dado la contraposición entre dos espiritualidades:

  1. Visión fundamentalmente optimista y positiva sobre el mundo y el papel que en él tiene el ser humano. El mundo es algo bueno, gozoso, objeto de su dominio y disfrute (Gen 1,27).
  2. Visión pesimista respecto al mundo y el papel histórico del género humano. Aparece en la literatura sapiencial tardía; se abandona toda esperanza de mejora aquí en la tierra, y se vuelca en la contemplación de Dios, pero acentuando la idea de pecado y de impotencia humana (Ecle 1,2).

Aunque las dos espiritualidades se complementan vemos que, a lo largo de la historia las dos posturas se radicalizan. En especial, a partir del siglo XI impera la visión pesimista y se tiende a pensar que la espiritualidad es algo exclusivo de los religiosos; los laicos pasan a ser "cristianos de segunda fila". A pesar de ello, en todas las épocas hemos encontrado personalidades empeñadas en defender la dignidad del laico: Francisco de Asís, Tomás de Aquino, Ignacio de Loyola, Francisco de Sales, Alfonso Mª de Ligorio...

No podemos ahora hablar de la espiritualidad del creyente actual sin meternos en el mundo del trabajo pues es donde transcurre gran parte de nuestro tiempo. Consideramos el trabajo como un elemento esencial del progreso, englobado dentro de la dinámica de la creación. Es una respuesta a Dios, una forma de relacionarnos con Él. No es solamente una forma de ganarnos la vida, sino una dimensión de la existencia espiritual. En lo posible, debemos planteárnoslo como vocación humana y cristiana; una posibilidad de desarrollar nuestra semejanza con el Dios creador.

Frente a una sociedad que no valora las actividades que no inciden en el campo económico, es necesaria una espiritualidad y una teología del trabajo en la que la "ociosidad" como actitud resulte irresponsable. Todos nosotros tenemos el derecho y la obligación de contribuir al proyecto común de la humanización de la tierra, la sociedad y las personas. Toda obra humana, por pequeña que sea, tiene un valor salvífico.

Debemos, pues, pararnos y discernir hasta dónde queremos ir con nuestras metas profesionales, plantearnos la verdadera calidad de vida, quizás optar por ganar menos si con ello enriquecemos otras facetas de nuestra vida, enfocar la redistribución de la actividad económica generando mayor empleo, la opción por los pobres, etc.

¿Puede desarrollarse una auténtica vida cristiana en el seno de una sociedad capitalista?

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